Ahora que me regalas
tu risa,
¡tan linda! ¡tan
preciosa! Sin prisa
la guardo grabada en
mis sueños,
y la revivo siempre
que puedo.
Me recuerdas aquel
día,
que viniste de
madrugada,
cuando mi regazo
dolía;
cuando nadie te
esperaba.
Cuando estaba en casa
sola,
contigo en mis
rincones.
Cuando creí que algo
pasaba,
y aparecieron los
temores.
Y antes de que
rompiera el albor,
hendiste con fuerza
tu refugio,
y mostraste tu rostro
sin rubor.
Bello canto
tu llanto.
Mil besos te daría,
millones te habría
dado…
pero te alejaron de
mi lado
y pensé que allí
moría.
Eras pequeño, menudo,
eras un niño
prematuro…
Eras una luz para mi
futuro,
eras una flor dulce y
pequeña,
eras lo que toda
madre sueña.
Nacía el universo
entero,
me traías las
estrellas,
para iluminar mi
sendero;
con las flores más
bellas.
Y como flor te
pusieron,
en cajita de frágil
cristal,
las inquietudes en mi
nacieron:
pues dejabas de
respirar.
¡Pero te aferraste a
la vida!
que parecías, mi
cielo,
de “El Principito” su
rosa,
y de romperte tenía
miedo.
Bello mito
tu grito.
“Te daría besos de flores”
- me dices, ahora tan
dulce-
“Todas de lindos colores”
Y a mi tu voz me
seduce.
Cariño mío,
acaricio tus futuros,
con mi deseo
de que no sean duros.
Pero en realidad
iluminas tú mi sendero:
Mi amada flor de
invernadero.
©Ana López
Del libro "Rincones de Mujer"
Noviembre 2006
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