Se
coronaban las olas añejas
de
flores blancas,
trenzando
su baile delirante.
Trataba
el viento de arrancar
las
entrañas del mar,
y
rugiendo de ira enmudecían los ecos
con
gritos, encorvaban sus senos
al
estallar contra los muros.
¿Y qué
te queda?
Mirando
las manos: ¿qué te queda?
Porque
mi presente se tamiza entre filtros;
y me
digo: “ ya el mañana crece
lo que
en él ahora permanece”
Pero en
mi mente el tiempo pasa lento,
encajándose
en mis sueños,
volviéndolos desazones.
¡Química
envuelta en mentira!
que
tomo cada día,
y me
encarcela por dentro…
¿no ves
que tengo miedo?
El
futuro mira de muy lejos
paseando
por una nueva alfombra,
aquella
que pisan los viejos;
no
tiene sentido ver su sombra.
Y me
miro las manos del ayer,
y entre
los dedos se cuelan los gritos,
aceptar
por fin que soy una mujer,
y dejar
ir los infinitos.
Pero
cuánto miedo a las tinieblas,
cuánto
a ese viento
que me
hace perder el sentido.
Cuánto
pánico a la vida
padeciendo
cada latido,
que
cuando el otoño abre puertas
también
caen hojas negras…
© Ana López
Del libro "A Solas"
Del libro "A Solas"
Octubre 2010
Bello y doloroso. Te ha faltado incluir la belleza de los rayos del sol entre las hojas del otoño. Un beso.
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